En México, la influencia árabe se siente no solamente por el
pasado común que tenemos como pueblo que comparte la herencia cultural
española, sino que la migración árabe desde finales del Siglo XIX ha
establecido a este grupo humano como un grupo con una identidad cultural
propia, que ha dejado una huella notoria en nuestro país, y la comida no es la
excepción. Los tacos al pastor, por ejemplo, vienen del Shawarma, un plato de
comida árabe que, al igual que nuestro plato insignia, consiste en ensartar
pedazos de la carne marinados en una salsa especial (que lleva, entre otras
cosas, cilantro, cebolla y comino) y cocinarlos ensartados en una brocheta y
rostizarlos en vertical sobre la brasa viva.
Desde que estas migraciones árabes trajeron por
primera vez su cultura y su comida a México, su presencia se ha sentido y se
sigue sintiendo en el país, donde apellidos libaneses, armenos, sirios y
palestinos siguen sonando entre su élite de negocios. Por si fuera poco, estas
comidas han crecido y se han fusionado con la emparentadísima cocina israelí,
dando resultados increíbles.
Pero, ¿a dónde vamos si queremos probar la comida árabe
original en el centro de la Ciudad?
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Al
Andalus, en la calle de Mesones, celebra la herencia cultural del califato que
se estableció en buena parte de España entre el año 711 y el 1492 D.C., y es un
clásico con cerca de 20 años de historia. Son famosos por hacer el pan árabe al
momento, por lo que cualquier cosa envuelta en sus deliciosas pitas vale toda
la pena. La Mesa Libanesa, una muestra de 12 platillos tradicionales que
incluye tabule, jocoque, y sus brochetas de carne, es un pedido obligado.
También vale la pena su Muestrario de Dulces, que incluye delicias como dedos
de novia, y de tomar, el Arak, delicioso licor árabe con notas de anís, es algo
que hay que probar.
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El
Jamil, en la calle de Ámsterdam, es otra parada obligada para los amantes de
esta cocina en su forma más tradicional. La palabra Jamil significa “hermoso”
en árabe, y le queda a la cocina de este lugar, que es tradicional, consistente
y fresca. Como pedidos obligados, las hojas de parra, rellenas con arroz y
lentejas, son una entrada clásica, así como el pimiento relleno de cordero o la
alcachofa con habas. De plato fuerte, tanto la carne de cordero como el kipe
bola y el kipe crudo son cosas que hay que probar, así que vale la pena darse
varias vueltas. Su repertorio de bebidas no alcohólicas también tiene un par de
opciones interesantes, como la limonada Jamil. Y ya si de plano vienes con
mucha hambre, las costillas de cordero (que normalmente alcanzan para 2-3
personas) están para chuparse los dedos. De postre, aquí también están los
clásicos dedos de novia, pero si tienes ganas de algo más exótico, el “flan de
leche” con pistache, que en realidad es una especie de panna cotta, y los
fideos con nata, pueden ser una forma interesante de cerrar una buena comida.
Este restaurant también ofrece shishas, si eso es lo tuyo.
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Merkava,
también en Amsterdam, se caracteriza por su comida árabe-israelí, y es para
morirse. Si vienes de desayuno (o te
mueres de ganas de probar un plato increíble) pide la Shakshuka, un guiso
marroquí a base de huevos pochados en salsa de tomate, pimientos y chiles, para
la que de verdad te van a hacer falta muchas pitas. Sus 5 variedades de hummus
significan que vas a tener que venir varias veces a probarlas todas. El salatim
es una especie de buffet de guarniciones de verduras que te permite escoger 7
acompañamientos para tu plato fuerte. ¡No hay uno malo! De platos fuertes, el
Shishbarak, el Kebab de wagyu-Durango, el chamorro de cordero y el chraime
(pescado en salsa picante) son nuestras recomendaciones. Y los postres, ¡los
postres! El knafeh, o pastel de fideos con miel con queso y almíbar, lo tienes
que probar. La tarta de dátiles también vale la pena, pero el favorito
definitivo es el Babka de chocolate.